Siempre me he sentido atraído por la fotografía desde que me hice con una polaroid de mi abuelo. Era increíble ver cómo la fotografía se revelaba por sí misma. Ya en el año 2004, tenía entonces 20 años, empecé a hacer mis primeros revelados analógicos. Nunca olvidaré esa magia, la luz roja, ese olor a químico y las emociones al ver aparecer las imágenes en el papel de manera casi misteriosa.
Son recuerdos insustituibles, pero ese tipo de trabajo quedó atrás pocos años después, cuando compré mi primera réflex digital. Todo evolucionó por completo y los químicos se vieron sustituidos por el ordenador y los programas informáticos.
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Siempre me he sentido atraído por la fotografía desde que me hice con una polaroid de mi abuelo. Era increíble ver cómo la fotografía se revelaba por sí misma. Ya en el año 2004, tenía entonces 20 años, empecé a hacer mis primeros revelados analógicos. Nunca olvidaré esa magia, la luz roja, ese olor a químico y las emociones al ver aparecer las imágenes en el papel de manera casi misteriosa.
Son recuerdos insustituibles, pero ese tipo de trabajo quedó atrás pocos años después, cuando compré mi primera réflex digital. Todo evolucionó por completo y los químicos se vieron sustituidos por el ordenador y los programas informáticos.
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